A estas alturas, cada vez que sé
que alguno de mis artistas favoritos publica disco en directo, lo mínimo que
puedo esperar es que me sorprenda, que aporte algo diferente a lo ya disfrutado
en disco, que sea cuanto menos un retrato lo más crudo posible y con los
menores aditivos de lo que en verdad es y de cómo vive él, o ella, o ellos, las
canciones en el momento presente, cuál es su significado real y si coincide con
el que yo tengo en mente. La vida va cambiando, las personas también y los
sentimientos… Bueno, a esos mejor dejarlos en paz, que bastante tienen ya con
sus propios vaivenes. Por eso cuando (re)escuchas algunos de los discos que han
retratado a alguien en un momento concreto y especial de su carrera de la mejor
manera posible (a tu entender, claro) vuelves a colocarlo en la primera línea
de tu discoteca y le das otra vuelta, si es que eso es posible, a todas esas
melodías y arreglos que salieron una vez de un alma en vena, que no en pena,
para instalarse en tu corazón y no salir nunca ya de ahí. Así sucede, y
sucederá, con una maravilla titulada "It's too late to stop now" y su máximo responsable, Van Morrison, un músico voraz atigrado vocalmente y entregado a la
causa de dejarse la piel en cada surco, como debe ser.
La reedición de tamaña barbaridad sonora, editada en 2016, ampliaba y mejoraba en –un despliegue excepcional de tres CDs extra la colección de joyas originales, dieciocho para ser exactos, que vertieron este señor y sus secuaces durante una serie de mágicas noches cuyo sudor recogía el disco original, sendas presentaciones de la gira del 73 en el Troubadour de Los Ángeles, el Civic Auditorium de Santa Mónica (California) y el Rainbow de Londres, en una serie de conciertos abrumadores, en los que la Caledonia Soul Orchestra suponía un respaldo perfecto para un creador en plena efervescencia, involucrándose e involucrándonos en las fantasías más brumosas del jazz, el vigor de los vientos del soul clásico (imprescindible Jack Schroer al saxo) y un concepto universal del rock en el que cabían tanto violines como teclados y guitarras disolutos (John Platania a las seis cuerdas y Jeff Labes a los pianos, otras bestias sagradas de la época), a la vez que los inevitables guiños a sus ancestros, encarnados en los perfiles de Willie Dixon y “I just wanna make love to you”, Ray Charles y “I believe to my soul”, Sam Cooke y “Bring it on home to me” o Sonny Boy Williamson II y “Take your hand out of my pocket”. Todo bañado en celtic soul, para que la receta no perdiera su auténtica esencia, y transformado en pura ambrosía al pasear por la diáfana “Cyprus Avenue” (hacia el final del garbeo es imposible parar, de ahí que suelte lo de “es demasiado tarde para detenerse ahora”), encontrarte caminando a ciegas “Into the mystic” pero sabiendo cuál es tu destino, invocando un nombre de mujer como “Gloria”, viajando a través de otros tiempos y parajes en una desbocada “Caravan”, escribiendo nuevas reglas sonoras y lúdicas para “Domino” y revocando sentimientos y recuerdos cuando “Here comes the night” se hace más espesa y esperanzadora. “Listen to the lion”, es una orden, y ésta sí que la cumplo sin rechistar.
Hay
varias claves en este disco para rastrear la trayectoria de un músico ejemplar,
que se entregaba así a un público devoto al que explicaba el porqué de las
canciones –qué tiempos aquellos- y que había grabado dos obras incontestables
como “Astral weeks” y “Moondance” y se había autoexiliado en California lleno
de rencor y nostalgia por su madre patria, la fría y bella Irlanda del Norte que lo vio
nacer y existir como hombre y como artista. Aunque su patria soñada siempre fue
Caledonia, nombre que le sirvió para bautizar a su estudio de grabación y
primera compañía discográfica. La nuestra siempre será un teatro, una banda
incombustible y una fiera rugiendo en primer plano, como recién salida de la
jaula. Directo a la yugular, sin previo aviso ni anestesia, para que pudiéramos
morir con la paz que da lo salvaje.
Escuchen "It's too late to stop now" (Volúmenes II, III y IV) aquí.