Habrá quien crea que el ritmo es eso que se lleva en la
sangre si procedes de una etnia determinada. Como precisamente la palabra
“ritmo” suele ir asociada a muchas de los intentos de canciones que algunos
padecemos y otros aplauden cada vez que al complaciente dj de turno le da por plegarse a las exigencias, no podemos obviar
que hubo, y hay, grandes instrumentistas de jazz que no se conformaban con
mirarse el ombligo y profundizar en su propio virtuosismo, sino que intentaron
fundirlo en los brazos de otras músicas igual de frondosas.
Cal Tjader, tan desconocido para la mayoría como necesario para los gourmets de la jerga afrocubana, supo encontrarle el otro lado a esa ola de calor que, más que agobiar, deleita en las notas de su vibráfono. Carmen McRae, otra que tal baila y que bien podría haberse erigido en digna sucesora de la gran señora que culmina esta playlist, le ayudó con su refrescante y nunca bien ponderada garganta en un maravilloso disco que ya está tardando en sonar en sus reproductores. Así se soporta cualquier infierno.
Cal Tjader, tan desconocido para la mayoría como necesario para los gourmets de la jerga afrocubana, supo encontrarle el otro lado a esa ola de calor que, más que agobiar, deleita en las notas de su vibráfono. Carmen McRae, otra que tal baila y que bien podría haberse erigido en digna sucesora de la gran señora que culmina esta playlist, le ayudó con su refrescante y nunca bien ponderada garganta en un maravilloso disco que ya está tardando en sonar en sus reproductores. Así se soporta cualquier infierno.
Era ya la década de los noventa, la
efervescencia creativa solo daba muestras de su presencia con cuentagotas y los
días de gloria parecían haberse ido para siempre, si es que alguna vez
existieron para una banda ninguneada incluso cuando grabó el monumental "Pet sounds". Bruce Johnston, el único miembro activo en el proceso de grabación en
este álbum, intentó redondear como pudo las composiciones de Al Jardine y Mike Love, erigido como el nuevo y temporal capo
de los chicos de la playa, entonces en continuas disputas legales con el
patriarca Brian Wilson. Un disco deslavazado, producido a base de retales y
trucos de estudio que no hizo justicia ni a la carrera ni al vastísimo legado
del grupo, y que precisamente por eso merece la pena rescatar. Las
comparaciones son demasiado odiosas, incluso si incluyen prefabricadas pero
perfectas melodías marca de la casa como esta.
Un único disco, un hito imperecedero en el pop español.
Que sí, que aquí también hay mucho material apropiado para este artículo, pero
solo podían quedar diez y tampoco era cuestión de ser muy obvio. Un inquieto
músico de apellido impronunciable y del que nunca más se supo, Iñaki Gametxogoikoetxea, y el hoy afamado ilustrador Javier Aramburu, uno de los
padres de la iconografía indie,
también contribuyeron a sembrar el camino que luego recorrieron alumnos
aventajados como Los Planetas, Le Mans (otros ilustres perdedores), La Buena Vida y tantos otros avispados discípulos que reverencian estética y
musicalmente a los de Donosti. Una de esas bellas historias, tanto como el
verano que nos describen en esta preciosidad, que se desvanecen sin apenas
haber pasado de la introducción. Para los curiosos que aún se interesen por la
arqueología sonora, existe una grabación anterior a esta joya, grabada junto a Alaska y Nacho Canut –lo que
viene siendo Fangoria, mayormente-: una versión de "El signo de la cruz" de DécimaVíctima, donde ya se adivinaba la entrada al taller de artesanía pop que
convirtió a "Un soplo en el corazón" en el disco de culto en que devino con
toda justicia.
No, hay canciones que no hablan del verano con la referencia que dicha estación ocupa en esta serie, pero lo presagian de una manera entre romántica y nostálgica. Sin saber exactamente si aquí se habla de algo que realmente sucedió en la antesala del estío o se trataba de una mera ensoñación lírica que se repite año tras año en sus vísperas, con frases tan evocadoras como "en un día despejado puedo ver mi vieja casa, y a mi esposa en el patio delantero hablando con los amigos". En época de retornos no deseados a la actividad, escuchar una maravilla de disco titulada "The trials of Van Occupanther" implica la dosis necesaria de calma, envuelta en las habituales atmósferas folk-rock de, probablemente, la mejor banda salida de Texas en los últimos veinte años. Una bonita forma de recordar que cuando llegue la primavera, estarán mucho más cerca las próximas vacaciones.
Lo ideal era terminar (o empezar) con un estándar, y como se me venían demasiados a la cabeza, opté por la vía rápida. Y les aconsejo que hagan lo mismo. Escuchen este tema a la hora que quieran, denle las interpretaciones que prefieran, elijan la compañía más adecuada y busquen la versión que les convenga en cada momento. Si dan con las de Janis Joplin, Al Green, Billie Holiday, Miles Davis y Gene Vincent (sí, una asociación inesperada pero fructífera), Sam Cooke, Frank Sinatra, Caetano Veloso, Joni Mitchell o (¡horror!) Celine Dion, únanlas a la cola de reproducción y preparen su propio y suculento monográfico. A los que nos cautiva la década de los cincuenta, entre otras razones por la alianza entre Ella Fitzgerald y LouisArmstrong, se nos sigue haciendo el alma pedazos al escuchar esta pieza magistral de George Gershwin, tan grande que tanto manoseo no ha podido desgastarla. Después de tanto ir y venir, no se me ocurriría otra forma mejor de terminar una dura jornada estival. Sí, amigos, se puede llegar exhausto al final de las vacaciones, pero de felicidad.