Ventilador a tope (el presupuesto para el aire acondicionado expiró el mes pasado), persianas bajadas y cortinas echadas marcando el límite entre el infierno y mi pequeño reducto refrigerado miserablemente y con un
espejo al fondo donde compruebo que eso del bronceado estival debe parecerse a
una alergia congénita que me impide lucirlo año tras año. Claro que tampoco es
que uno sea muy proclive a las teóricamente obligatorias escapadas costeras, o más bien sí que lo es, pero cuando el horizonte está
algo más oscuro y se encienden las luces y la música cerca de la orilla,
para que nos entendamos. Al calor, nunca mejor dicho, de estos días en los que
ponerse a salvo no solo del pequeño astro rey sino de otros asteroides sonoros
igual de dañinos, les dejo una pequeña guía para sobrevivir a todo ello. Y no,
no están ni los chicos de la playa con sus buenas vibraciones ni los que echan de menos las olas marinas en la capital del reino, pero igual les sirve.
Finales de julio. Media España, o tres cuartos, está de vacaciones, y la otra media, si no lo está, las planea contando los días para empezar a tostarse o en su defecto alejarse del mundanal hervor, en pocas palabras: playa o montaña, tanto monta monta tanto. Sea cual sea el plan, unas vacaciones como las que nos relataba el líder de los escoceses Travis en su primer y recomendable disco en solitario siempre son necesarias.
Sí, también podemos buscarle el lado malo a esta época,
sobre todo si cuando llega agosto descubres que puede que ya no compartas
viajes, sombrillas ni aire acondicionado con esa persona con la que hasta hace
poco hacías planes de futuro. En medio de los malos presagios, acudimos a la
certeza de que ”hacer siempre lo incorrecto es una forma de acertar”, efectivos
versos para uno de los temas que grabaron, cuando eran pareja, estas dos luminarias del indie nacional.
Parece que en verano las noticias escasean, y con ellas,
las conversaciones y el debate en general. Tal vez por eso y porque solemos
disfrutar de más tiempo libre sea el momento adecuado para redescubrir y, en
este caso, desenterrar joyas del pop español que has escuchado siempre y de las que creías que lo sabías todo, hasta que te das cuenta de que hay muchos
rastros que seguir. Ejemplo: uno de los grandes temas de Los Secretos era una
versión de Kano y Los Bulldogs, unos uruguayos que triunfaban en Argentina y
que allá por los años sesenta ya le cantaban a la melancolía vaporosa luego heredada
por los madrileños.
¿Alguien creía que la bossa nova era patrimonio exclusivo del país de la samba y los futbolistas
multimillonarios? Un género tan veraniego como este –todos pensamos en “La chica de Ipanema”, ¿verdad?- se ha
aproximado al rock de diversas formas y a través de algunos de sus artistas
punteros. Rita Lee, que tras formar Os Mutantes y plantar la semilla del tropicalismo los abandonó tras seis estupendos
discos, es una de las que mejor lo hizo, incluso grabó el álbum “Bossa’n’roll” donde versionaba a ThePolice, Rolling Stones y los Beatles,
ahí es nada. Como para negarle una escucha… Y encima cantando en portugués, con dos
bemoles.
Será porque uno lleva ya muchos días aguantando estoicamente un hervidero al que parecen quedarle muchas horas de auge térmico, porque si te has pasado medio año escuchando unas cuantas -muchas- canciones no vas a
dejar de hacerlo ahora que las puedes disfrutar el doble, porque ya vas
teniendo ganas de sentir el viento otoñal sobre tus hombros, presagio del
acogedor invierno… O, qué narices, porque si estos tipos han tocado con Dylan y
él mismo los recomienda, pues te los pones y punto. Y entonces recuerdas por
qué te gustan tanto, y de paso por qué tienes tantas ganas, incomprensibles leyendo tanta reiteración de nombres por metro cuadrado, de acudir a refrescar (o contaminarte) el oído a algunos de esos festivales que tanto parecen gustar durante estas fechas.
Y recuerden: Sudar canciones es una buena manera de sudar. Hasta el alivio que viene. Continuará.