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La respuesta está en la canción (IV)

Todo un caballero. Así es como llegó a ser conocido este cantante, especialista en baladas country, siempre en su vertiente más accesible y pegada al pop, que llegó a copar las listas de éxitos en Estados Unidos durante buena parte de las décadas de los 50 y los 60. Su extraordinaria voz y la gran presencia escénica que exhibía en sus conciertos lo llevaron a ser una figura conocida a lo largo y ancho de toda la geografía musical yanqui y a que el público lo bautizara con el pseudónimo de "Gentleman Jim" (un guiño a la película que dirigió Raoul Walsh en 1942, con Errol Flynn encabezando el reparto, en la que se relataba la vida del boxeador James J. Corbett). El "Caballero Jim" tuvo la mala fortuna de morir demasiado joven, con apenas 40 años, en un accidente aéreo, pero ya forma parte de la gran historia de la música americana en general y del "sonido Nashville" en particular.

Lo curioso es que Jim Reeves tampoco fue el autor de la canción que protagoniza esta entrega. Él interpretó -de manera sublime, por cierto- las palabras que escribió Joe Allison después de mantener una difícil conversación telefónica con Audrey, su chica, a la que apenas podía entender al otro lado de la línea debido al excesivo volumen que salía de una jukebox. Así, los versos principales del tema concluían que "puedes decirle al amigo que está ahí contigo que tendrá que marcharse", en una clara alusión al sentimiento de celotipia que lo inundó tras el frustrado intento de comunicación. El tema cantado por Reeves era a su vez una adaptación de la versión anterior realizada por Billy Brown, un fracaso estrepitoso en su momento, que nuestro hombre consiguió grabar como cara B de "In a mansion stands my love" y que, por esos inesperados giros del destino, acabó convirtiéndose en el hit por excelencia de su carrera. "He'll have to go", grabada en octubre de 1959 con el acompañamiento de algunos de los más experimentados músicos de estudio de la escena, alcanzó el número uno en países como Australia y Noruega y quedó señalada para siempre como la cumbre de su carrera, abriendo la veda para las posteriores interpretaciones, entre otros, de Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Tom Jones, Bryan Ferry, Ry Cooder e incluso los británicos Prefab Sprout, que la incluyeron en la edición para el mercado americano de su imprescindible álbum "Steve McQueen" (pueden escuchar los respectivos covers haciendo click en los nombres).

                     

Como a toda demostración emotiva le corresponde una reacción más o menos elocuente, solo habría de pasar un año para que aquella teórica demostración de autoridad tuviese su correlato femenino, aunque en otra voz y circunstancia bien diferentes. Jeanne Black, educada también en la cultura de la country music, logró firmar para el sello Capitol Records en 1960 para darle un impulso a su carrera, y empezó la nueva andadura grabando "He'll have to stay", obvia respuesta, poniéndose en la piel de la misteriosa Audrey, al tema de su admirado Jim.

La cantante no llegó ni de lejos a ser tan relevante como su inspirador y hoy se la sigue considerando un ejemplo más de lo que se conoce como "one-hit wonder", engrosando el amplio número de solistas y bandas que solo trascendieron con un éxito más o menos importante. El intento, no obstante, mereció sobradamente la pena.

             

Solo un par de canciones que van de la mano y que relacionan temáticas de manera más que evidente. Son legión, y ante la imposibilidad de abarcarlas todas en una serie tan limitada como esta, nos ceñiremos a las que estimamos más oportunas de acuerdo con el tiempo en que fueron grabadas. La música del siglo XX y parte del XXI da para eso y mucho más. Continuará.

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