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La respuesta está en la canción (I)

La cosa funciona así: Alguien, en un momento determinado de su vida y bajo unas condiciones emocionales concretas, decide escribir una canción en honor a un hecho memorable, en recuerdo a una persona que marcó su vida en algún sentido o simplemente por el placer de plasmar en letra y música un sentimiento considerado único e irrepetible en espacio y tiempo. Algún tiempo después, quién sabe si obedeciendo a un impulso contestatario, al lógico afán por poner las cosas en su sitio tras escuchar unos versos injustos o disfrazadas de pura competencia profesional, nacen otras canciones destinadas a funcionar de por vida como respuestas a las anteriores, aunque al oyente medio se le escape dicha condición de no escarbar bajo la superficie y enlazar rimas, referencias e incluso fechas de publicación. A esa bonita forma de contestación (también llamada complemento) es menester dedicarle varios capítulos, a través de los cuales se irá ejemplificando lo explicado en estas líneas de forma más sonora que gráfica. Si gustan, acompáñennos a descubrir a los primeros protagonistas.

Se dice que en 1952, después de interpretar de manera sublime el himno "Hound dog", compuesto por la infalible dupla que formaban Jerry Leiber y Mike Stoller, la inconmensurable Big Mama Thornton recibió hasta media docena de respuestas en forma de canción, en gran parte debidas a las connotaciones machistas de la letra y a la incapacidad de la mayoría por discernir el verdadero sentido de las palabras que la gran dama negra gritaba con vehemencia. Sin embargo, la versión del tema que pasó a la historia fue la de Elvis Presley, el monstruo blanco que acongojó al mundo con su maravillosa interpretación cuatro años después. Y precisamente a Él (permítasenos el tratamiento de deidad al hablar de una figura tan descomunal y básica en la evolución del rock and roll) fue a quien se hizo responsable de una de las más desconocidas respuestas sonoras de los primeros sesenta. A saber.

En 1926 Roy Tark y Lou Handman, una prestigiosa pareja de compositores del sello Harmony Records, cedieron una composición titulada "Are you lonesome tonight?" a un solista melódico llamado Charles Hart para medir sus posibilidades comerciales. Tras un discreto paso por las listas de éxito, fue Blue Barron And His Orchestra quien consiguió un relativo reconocimiento con su interpretación en 1950. Hasta que llegó Elvis, of course. Al término de su prescriptivo servicio militar, la estrella del Rey amenazaba con apagarse cuando se le brindó la oportunidad de recrear el tema e imprimirle sus peculiares maneras. El resultado fue avasallador: número uno en prácticamente todo el planeta en 1960. Sin embargo, y pese a que jamás escribió una sola palabra en sus discos, se le atribuía un poder creador acorde con su fama, y ello desembocó en extrañas y sorprendentes equivalencias musicales tan solo un año más tarde.

                        

Tenía solo quince años, aunque había empezado su carrera con apenas ocho. La pizpireta Dodie Stevens, natural de Chicago, había irrumpido en el panorama del pop blando estadounidense de la mano del dueño de Crystalette Records, un avispado cazatalentos que vislumbró una mina de oro en aquella voz inocente e inexperta. Fabricada artísticamente a la imagen y semejanza de los famosos girl-groups que inundaron con su presencia los años venideros, fue capaz de superar el inicial impacto del hit "Pink shoe laces" y grabar la aparentemente irrespetuosa "Yes, I'm lonesome tonight" que aún nadie sabe si llegó a oídos del mismísimo Elvis. Nada grave, por otra parte, pues el tema no contenía reproches ni húmedas confesiones de medianoche, sino un sentido mensaje de admiración sin nombres propios pero con la mirada puesta en la sombra del hombre que había llegado para cambiarlo todo. Nadie se enteró, pero la chica ponía toda la carne en el asador y la jugada no iba nada mal encaminada. Qué cosas, ¿verdad?

                          

La historia de la música popular está plagada de historias similares. Para algunos, meras versiones o reinterpretaciones de temas inmortales que no merecen más atención que la de los minutos que aquí les dedicamos. Otros, en cambio, creemos que esta serie puede deparar grandes momentos. Continuará.

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