Dejada atrás definitivamente la década de los noventa, el rock americano necesitaba un lento y casi doloroso proceso de reconstrucción. El cambio de siglo conllevó el surgimiento de nuevos ángulos, diferentes perspectivas, miradas oblicuas a la que los años anteriores habían revelado como la más prolífica cosecha musical del fin del milenio. En medio de esas vicisitudes sonoras se hallaba un músico apesadumbrado, cuya cabeza andaba (y anda) afectada por intermitentes migrañas, que afrontaba con su banda la grabación del que podría ser, y finalmente fue, el trabajo que marcaría un antes y un después en una carrera inmaculada y a la vez llena de defectos.
La leyenda empezaba definitivamente y llegaba envuelta en contradicciones, canciones dispersas y discrepancias profesionales y personales que acabarían rompiendo amistades hasta entonces inquebrantables. Sí, el personaje central de todo este embrollo se llama Jeff Tweedy, y el disco que motivó la película enlazada abajo "Yankee Hotel Foxtrot" (si pinchan en la imagen podrán escucharlo en spotify), poco menos que un tormentoso retrato de la relación del líder de Wilco, una banda más que memorable, con sus propios fantasmas y también con los de los demás. Una odisea en blanco y negro dirigida por Sam Jones, un curtido director de vídeos y reconocido fotógrafo, que casaba a la perfección con el ambiente de un álbum gris en trascendencia y brillantísimo en contenido.
Hay quien asegura que en los altibajos de estos temas, entre unos surcos variables y quebradizos, se escribió la radiografía de una ruptura profesional importantísima en el futuro devenir del grupo. La pequeña sociedad con el disperso y finalmente malogrado Jay Bennett, el otro freak de la comuna, estaba a punto de saltar en mil pedazos, y las consecuencias fueron evidentes. Durante el trabajo aquí documentado suenan mil y un recovecos de rechazo, desilusión y amarga esperanza, camuflada en los gestos de toda una generación que escuchaba estos surcos encerrada en sus habitaciones y preguntándose qué sería del mundo sin los músicos que lo interpretaban como de verdad es. Y tan personal fue esa interpretación que en estas imágenes se narran otras rupturas, principalmente la que les desmarcó de su discográfica AOL Time Warner ante la insistencia en mantener unas coordenadas musicales intolerables para los nuevos tiempos que sus capos querían conquistar; pero también se adivinan las enormes dificultades con las que se topó un ingeniero experimentado como Jim O'Rourke para producir y mezclar tantas capas de ruido, voces disonantes y detalles anárquicos y geniales que concluyeron en un conjunto de letanías agridulces, el anti-rock que levantó el edificio sonoro más rocoso y un manojo de canciones imprescindibles: "Jesus etc.", "Kamera", "War on war", "Radio cure" o "Heavy metal drummer", señales de advertencia en una ruta majestuosa y ejemplar. Con "I am trying to break your heart" aprendemos cómo una banda puede salir reforzada de sus momentos más bajos y sacarle partido a la más angustiosa incertidumbre.
Desde entonces nada volvió a ser como antes y las tardes de invierno se tornaron más grises, pero en el fondo de nuestro corazón sabíamos que eso era lo que habíamos deseado desde hacía mucho tiempo. Tal vez desde que descubrimos los momentos ideales para sumergirnos en los mejores discos de nuestra vida.