"Hay un espacio vacío dentro de mi corazón donde las alas toman raíces" (Thom Yorke).
La primera vez que escuchas una canción como "Paranoid android" no eres consciente de la trascendencia ni mucho menos de la influencia de esos acordes en tantos y tantos otros que se fueron sucediendo año tras año a su sombra; sucede algo parecido con "No surprises", probablemente uno de esos temas que serviría para definir lo que tú entiendes como "intensidad", en toda la amplitud del término. Y si aún crees que no se puede concentrar mayor cantidad de detalles épicos en un solo disco te topas con la majestuosa "Karma police" y sabes sin la menor sombra de duda que volverás a escuchar pocas cosas con la misma entidad durante el resto de tu vida. Escalofriante, con las huellas emocionales a flor de oído recorriendo el camino inverso y errando en plenitud en torno al centro de tu alma. Esto no es poesía, es pura magia.
Lo verdaderamente importante es que tamaña perfección vino al mundo en 1997 y, camino del vigésimo aniversario de su alumbramiento, aún no ha sido superada ni siquiera por sus propios creadores. De la mente retorcida de Thom Yorke, creador atormentado que pecó desde entonces de varios ataques de promiscuidad nada beneficiosos para el resto del mundo, brotó un manantial de música que fluyó lozana en la cascada de "OK computer", el álbum que lo cambió todo y con el que Radiohead, la banda que formó doce años atrás, dio un golpe de mano definitivo al timón que gobernaba entonces (y ahora) el apesadumbrado rock independiente. Un proceso artístico y existencial que inspiró no solo la magna obra discográfica citada sino las imágenes publicadas como documento, excepcional por su significado, del período de promoción y gira de un grupo de músicos que llegaron a experimentar de manera cruda las consecuencias del agotamiento y el abismo de la depresión. "Meeting people is easy" (no olviden activar los subtítulos si no dominan el inglés) es el testimonio visual de un momento clave en la carrera de una banda fundamental, grabado por el experto en dichas lides Grant Gee sobre escenas inconexas, sonidos yuxtapuestos y un evidente halo experimental. Es Yorke en pleno desbordamiento psíquico, pero también es el reflejo de unos momentos caóticos en los que el arriba y el abajo del escenario se confunden con grabaciones a salto de mata en escenarios improvisados y la propia insatisfacción ante un trabajo aún de ignotas consecuencias.
En poco más de hora y media vivimos una auténtica revolución, el inicio de un período de experimentación que se prolongó hasta nuestros días y que provocaría más de una voz disonante entre sus acólitos. Asistimos a la amenaza de las dudas y las tormentas interiores de cada uno de los componentes de una banda que ya nunca volvería a ser la misma (pinchando en la imagen podrán leer una entrevista de la misma época con los otros tres miembros). No fue fácil, pero había que pasar por ello.