Grabar un disco en circunstancias tan adversas como vivir prácticamente incomunicado con tus compañeros o utilizar los viajes lisérgicos de excusa para abstraerte de un trabajo que en principio debía ser mucho más concienzudo es algo que, paradójicamente, solo puede resultar en una obra maestra de proporciones descomunales. Sucedió, sucede y sucederá con algunos álbumes históricos (el caso de"Exile on main street", grabado por los Rolling Stones, "Revolver", por los Beatles, o "White light, white heat", por The Velvet Underground son otros sonados y esplendorosos ejemplos) en cuya génesis intervinieron factores que no dependían exclusivamente de la pericia musical de las bandas y sin los cuales hoy no serían incluidos en cualquier hipotética -e injusta- lista de referencias imprescindibles.
En 1976, en plena democratización de las drogas, la alianza angloamericana que suponía un quinteto literalmente destrozado un año atrás intentaba recomponer su alineación componiendo una serie de canciones destinadas a perfilar el que luego se convertiría en el mejor disco de su carrera. Por un lado, la pareja formada por el bajista John McVie y la teclista Christine Perfect habían puesto punto final a su relación, contagiando así a los lazos que unían al guitarrista Lindsay Buckingham y la Stevie Nicks, quizá la voz más representativa de Fleetwood Mac, que vieron asimismo finiquitada su etapa sentimental. Por otro, el ambiente enrarecido y distante que se respiraba en el grupo hizo que los temas se grabaran aisladamente, sin mezclarse nunca sus miembros en el estudio y llenando de dificultades la mezcla final de unos temas que se sostenían por sí solos. Tal vez por la rabia y los ajustes de cuentas latentes en las composiciones, las letras se interpretan como diatribas eficaces contra ex amantes ("You make loving fun"), íntimas confesiones de poso ácido ("Songbird") y auténticos himnos sobre un futuro sin vuelta atrás ("Dreams", un clásico de su repertorio desde entonces y el único número uno que lograron en USA). En medio de rencores, batallas por dirimir y tragicomedias de culebrón, el otro miembro del grupo, el batería y fundador Mick Fleetwood, vivía el vendaval propio de una demanda de divorcio. Todo listo para que estallara el huracán, como se podrá suponer. Y lo hizo, solo que en una explosión de creatividad que jamás pudieron igualar, tras las continuas idas y venidas de sus componentes, aventuras discográficas al margen del grupo y varios intentos de rescatar la (inconsciente) magia de aquellas tormentosas sesiones.
La cocaína y otros excesos fueron los indiscutibles protagonistas en los estudios Sausalito de California, donde empezaron a tomar forma maravillas pop como "The chain", "I don't want to know", "Don't stop" o "Go your own way", que posteriormente serían retocadas y aumentadas con el grueso de la producción en diversos estudios de Miami, Hollywood y Los Angeles. De la calidad de los conciertos del grupo darán buena cuenta viendo el directo que les dejo a continuación, unos años después de superar turbulencias, ya metidos en una nueva década. Si pinchan en la portada del disco, arriba, podrán escuchar "Rumours" íntegro. Cuarenta millones de copias vendidas después, seguimos comprobando que la vida se resume en una sucesión de rumores, con la salvedad de que tan solo unos pocos se convierten en algo real.
JJ Stone