Fin de año de 1973 en Sidney (Australia): un grupo de macarras, con el pelo algo más largo de lo habitual en familias de corte políticamente correcto y con unos amplificadores al hombro a los que luego enchufarían guitarras, bajos y micrófonos, se suben por primera vez a un escenario. Versionando varios clásicos del rock and roll -no en vano la familia Young, artífice de todo lo que vendría después, se nutría abundantemente de ellos-, comenzaban a azotar los vientos conservadores que en su Escocia natal ya les habían zarandeado en sus primeros pasos.
Conscientes de que una guitarra eléctrica podía mover al mundo si se rasga con la actitud adecuada, Malcolm y Angus reclutaron a David Evans, un cantante que abandonaría la banda poco después comenzando así el amplio desfile de instrumentistas que caracterizó a la banda primeriza (bajistas y baterías varios también encontraron la puerta de salida), que ya entonces se caracterizaba por lo pintoresco de su líder, un enano vestido de escolar, uniforme que alternaba con otros muchos, que se conectaba a una corriente eléctrica de más de doscientos vatios, Quizá de ahí surgió el nombre mágico: AC/DC, aludiendo a la alternancia del enorme voltaje que inundaba sus apariciones en vivo.
Cuando Bon Scott, un ex camionero que confundió el rock'n'roll way of life con la lápida que llevaría su nombre, se unió al grupo, las reseñas esperanzadoras y la atención del cada vez más numeroso público fiel al hard rock tradicional los situaron en boca de todos. Su camino no estuvo exento de espinas y de múltiples problemas con discográficas, estudios y los propios excesos de los integrantes, que sin embargo culminaron en 1979 con la publicación de "Highway to hell" (pinchando en la portada podrán escuchar el disco completo en youtube), para muchos el epítome de su sonido y el mayor éxito de su carrera (fueron top 20 en USA y top 10 en el Reino Unido), con permiso del impecable "Back in black" de 1980. Los riffs infecciosos, la implacable base rítmica y las diatribas contra el establishment continuaron con el aún vocalista Brian Johnson al frente, cuya invariable presencia (gorra asilvestrada, camisa sin mangas y actitud ruda) reforzaba la imagen de una banda que ha prolongado su estilo hasta la actualidad, pasando por encima de modas, tendencias y críticas y haciendo de su sonido algo perfectamente reconocible. ¿Estancamiento, inmovilismo o una simple cuestión de coherencia?
Aunque sus discos más recientes nunca estarán a la altura de las piedras angulares del género que ellos mismos se encargaron de pulir a base de trabajo y plena dedicación, aún hay destellos de grandeza en algunos cortes que no pueden oscurecer la monumental obra de unos encantadores salvajes que pusieron a las Antípodas en el mapa musical para siempre. Y si no lo creen, miren este concierto con su mejor formación en el que los franceses cayeron rendidos ante su inmenso poder escénico y se convencerán sobre el por qué de su inmortalidad.
"... Forget the hearse 'cause I never die, I got nine lives"
JJ Stone