El arte se lleva en la sangre. Y el rock, en el apellido. No
hace falta subir a un escenario, visitar un estudio de grabación, componer dos
notas seguidas o estudiar los secretos de cualquier instrumento para
convertirse en un icono y dotar a la historia de la música de un puñado de
imágenes icónicas, muchas de ellas grabadas a fuego en la retina y la memoria
de los que guarden como oro en paño una preciada rodaja de vinilo, una portada
de revista especialmente atractiva o simplemente un momento aparentemente
intrascendente que, por una razón que a los comunes de los mortales se nos
escapa, quedó inmortalizada para siempre en el fondo de nuestra memoria.
Mick Rock es el hombre que fotografió los 70. Hizo de
aquella dorada época la llave de un viaje infinito y eterno a las placentas del
glam rock (fue el fotógrafo oficial de
David Bowie durante su despegue como artista), los bocetos del progresismo
ilustrado (“The madcap laughs”, el
gran disco de Syd Barrett, fue captado por su objetivo), los balbuceos inteligentes
del punk (“Raw power”, de Iggy & The Stooges, no habría sido igual de
importante de no haber incluido su fotografía en la portada) o la sugestión
ochentera (“I love rock’n’roll”, el
disco que hizo grande a Joan Jett). Y todo sin darse la menor importancia,
porque su trabajo ya era, y es, considerado parte intrínseca del proceso de
elaboración de esos y otros innumerables trabajos. Todo lo que pasa delante de
su cámara queda automáticamente convertido en historia del rock, y no es
ninguna exageración. La lista de nombres, retratados en poses desafiantes,
rebeldes y siempre imbuidas de glamour,
es tan abrumadora como fundamental: Ramones, Queen, Motley Crue, Sex Pistols,
Roxy Music, Talking Heads, Lou Reed… pero no sólo se ocupó de captar a los
clásicos, ya que en los últimos años sus disparos han acompañado a R.E.M., The
Killers, Kasabian, Daft Punk, Chemical Brothers o Black Keys, entre otros nuevos
estandartes de la modernidad rockera. No en vano es uno de los pocos fotógrafos
que cuenta con manager, varios para
ser exactos, que le aseguran los mejores
contratos, y se toma tan en serio su trabajo que antes de cada sesión practica
variadas técnicas de meditación –antes eran las drogas las que le ayudaban a
concentrarse-. De sus estudios de literatura en Cambridge, que nunca concluyó,
extrajo las fabulosas dotes para entender una canción e interpretar las
motivaciones de sus creadores.
Pinchando en la imagen de arriba accederán a su web oficial,
y tras la portada del más reciente de sus libros encontrarán una selección de
sus mejores portadas. Y no debemos olvidarnos de su experiencia como realizador
audiovisual, para lo que les dejo uno de los vídeos que facturó para que el
Duque Blanco se luciera en pantalla. Con guardaespaldas así, es fácil ser una estrella
y ejercer como tal.
JJ Stone