En septiembre de 1978, los Ramones estaban a punto de publicar su cuarto disco, que se llamaría premonitoriamente "Road to ruin", después de haber dejado atrás una primera época gloriosa tanto en discos y canciones como en actitud y éxito de audiencia. De que su devenir como banda fue más que azaroso queda constancia en multitud de escritos y referencias que hablan de la incertidumbre de aquellos días, cuando la inestabilidad emocional de sus miembros hacía peligrar constantemente su continuidad como banda, haciendo dudoso a la vez el buen funcionamiento de su carrera de ahí en adelante. En pleno apogeo punk, cuando las huestes del imperdible y los mínimos acordes prendían el fuego de la futura trascendencia musical, se presentaron en la televisión de Bremen (Alemania) para grabar un mítico concierto que retrataba a cuatro melenudos aparentemente escasos en sus conocimientos de solfeo en el momento cumbre de su popularidad. Joey, Johnny, Dee Dee y Marky Ramone, probablemente la mejor formación que jamás conoció la banda, ofrecían un recital despreocupado pero intenso y revelador. "Blitzkrieg bop", "You're gonna kill that girl", "I don't care", "Sheena is a punk rocker", "California sun", "Pinhead"... 21 canciones en poco más de 40 minutos, la muestra perfecta de lo que eran sus discos: adrenalina pura.
Con un presupuesto ínfimo, recursos insuficientes y tiempo limitado en el estudio, supieron y quisieron hacer lo que más les gustaba, sin virtuosismos, sin solos de guitarra, sin lucimientos innecesarios. Y se pegaron a nuestras orejas para siempre. Después de ellos, nada sería lo mismo.
JJ Stone