No hace falta pensar mucho para darle un nombre al misterio. Si hablamos de cine, ese es el de Alfred Hitchcock, y si entramos en cualquier biblioteca, buscamos inmediatamente un nombre por encima de todos: Agatha Christie. Con demasiada facilidad olvidamos que muchos autores clásicos han llegado a nuestros días por encima de estilos, modas literarias y nuevos autores que arrastran el vagón de los maestros como bagaje para dar un vuelco personal a sus historias. El veneno de la literatura (y nunca mejor dicho, pues pocas veces se ha repetido tanto un motivo como en sus obras) le picó desde bien joven, y nunca se supo a ciencia cierta de dónde o por quién le fue inoculado ese a veces insano afán por inmiscuirse e inmiscuirnos en tramas maquiavélicas, donde la sospecha y la tensión continua conducen casi siempre a un final inesperado como culmen del desasosiego de las páginas anteriores. Se ha escrito y comentado mucho sobre su azarosa vida, desde su trabajo eventual como asistente en el dispensario de un hospital -tal vez de ahí provenga su extraña devoción por el veneno-, sus azarosos matrimonios y su misteriosa desaparición en 1926, durante la cual se convirtió en protagonista de una de sus novelas y que fue documentada en la pantalla grande en una película protagonizada por Vanessa Redgrave. Fue investida Doctora Honoris Causa en Letras por la universidad de Exeter, Dama del Imperio Británico y fue miembro de la Real Sociedad de Literatura durante la mayor parte de su vida. En el breve reportaje de debajo podrán saber algunos detalles más sobre el más oscuro episodio de su vida. Que el misterio viva dentro de todos nosotros.
JJ Stone