Perdón por recurrir a los célebres y folclóricos versos, pero una despedida como la que hemos vivido en los primeros días del otoño bien merece una frase como esta o cualquiera que se nos ocurra. Por muchas razones: porque fueron una de las mejores bandas norteamericanas de los últimos 20 años, porque entendieron el rock alternativo como muy poca gente lo ha hecho, porque consiguieron crear atmósferas y sonidos inconfundibles y sobre todo porque durante más de 30 años de carrera y varios problemas musicales y personales por el camino, entre ellos la marcha definitiva por enfermedad de su batería original Bill Berry (desde 1997 funcionaron como trío), fueron capaces de grabar al menos tres obras maestras entre 1988 y 1992 con sus álbumes "Green", "Out of time" y el majestuoso "Automatic for the people" respectivamente. Pero es que desde su primer y hoy reivindicadísimo disco, "Murmur", ya se convertirían en un fenómeno absoluto desde su ciudad natal, Athens, en el estado de Georgia. Giras multitudinarias, polémicas declaraciones sobre todo a cargo de su líder, un casi siempre genial Michael Stipe, y una trayectoria con altibajos pero intachable y honesta que han coronado con un último disco que recupera el pulso de sus clásicos, "Collapse into now".
Pocos grupos pueden presumir de tener en su catálogo tantas canciones perfectas y haber estado siempre en la brecha. En la hora del adiós, volvemos la vista atrás para presenciar el comienzo de su leyenda con un concierto de 1985, cuando sólo habían editado tres discos y el cantante no adivinaba su futura alopecia. Su legado siempre estará ahí, como ellos mismos decían, "fuera del tiempo".
JJ Stone