En los días en que Benedicto XVI visita España, y no vamos a entrar en polémicas, y las tan comentadas JMJ copan portadas de diarios y entradas on-line, tal vez sea el momento de ir al origen, al verdadero quid de la cuestión, que no es otro que la fe cristiana. Y como el cine siempre es ese pozo sin fondo y tremendamente fértil al que acudir cuando nuestra sed de conocimientos, recuerdos o debate quiere ser saciada, debemos iluminar la pantalla en blanco para ilustrarnos una vez más.
En 2004, el megalómano Mel Gibson tuvo la descabellada idea, para algunos, de adaptar parte del Evangelio cristiano partiendo de un guión que bebía de muchas fuentes y cuyo objetivo era plantear la historia de la forma más fiel, incluso pasando por encima de los que vieron en las imágenes rasgos antisemitas. Ello conllevaba la crudeza y realismo extremo de algunas escenas que bordeaban el gore y que algunos tacharon de efectistas y absolutamente innecesarias. Con la aprobación del anterior Papa y el acierto de estrenarse con subtítulos -fue rodada en los idiomas originales: latín, hebreo y arameo-, ya es una de las películas más controvertidas de todos los tiempos. Premiada con 3 Oscars menores, uno de ellos a su impresionante fotografía, y con un sufrido -las sesiones de maquillaje y caracterización se hicieron eternas- Jim Caviezel en el papel estelar, tras su visionado nos quedan las eternas preguntas: ¿qué es el pecado?, ¿debemos asumir la fe como dogma incuestionable? Y sobre todo, ¿fue la Historia por antonomasia tal y como nos la han contado? La reflexión está servida.
P.D.: Para conocer más sobre el film, pinchen en el cartel.
JJ Stone