Para cerrar este ciclo, y dejando en el tintero tantas canciones que seguirán sonando en nuestros aparatos (auditivos y reproductores) durante mucho tiempo, me gustaría rendirles un homenaje a estos grandes y desconocidos canadienses que grabaron un disco que ha sido revalorizado por el paso del tiempo: su mujer americana sería luego revisitada por Lenny Kravitz, aunque sin la energía y autenticidad del original. En una hipotética colección básica de vinilos polvorientos una copia de este álbum de 1.970 ocuparía un lugar en primera fila. Psicodelia, rock primitivo, ritmo galopante... una perfecta manera de concluir este pequeño recorrido por la música seventy y abrir otra puerta al pasado. Es lo que tiene sentirse anacrónico en un mundo tecnológico.
JJ Stone