Cuando ves una película como esta en medio de una situación como la actual, donde los personajes trascienden estereotipos y se convierten en algo parecido a iconos vitales, piensas que la magia y la grandeza del cine no sólo refleja una realidad a veces manipulada, sino que puede llegar a ser un retrato demoledor de la misma. Si además a ese extraordinario espejo le pone imágenes una víctima de la caza de brujas, paralelismo improbable de la situación relatada en pantalla, y la premian con ocho Oscars, casi crees ser Terry Malloy... o al menos deseas serlo en algún momento. Una obra maestra de Elia Kazan tras la cámara, Marlon Brando delante de ella y Leonard Bernstein a la batuta... Seamos testigos una vez más de los beneficios de la traición.
JJ Stone