Según el insigne poeta Gabriel Celaya, “la poesía es una arma cargada de futuro”. Pero esta hermosa y cautivadora
disciplina literaria emplea mucha más pólvora que ésta a la que aludía el gran
poeta. Una munición poderosa, libre, tan
inofensiva y a la vez tan
provocadora de tan nutridos sentires, que apostaríamos por la pluma diestra mil veces antes que por la bala necia.
Juan
Ruiz, Arcipreste de Hita, hace gran acopio en “El libro de buen amor” de todo un arsenal de incendiarios versos, que combina de manera genial con otro tipo de
metralla poética con la que provocar la rendición incondicional de pecadoras
almas. Mucho y bueno hay en
este catálogo de artes de amar,
alegorías religiosas, fábulas moralizantes y demás (según la afilada pluma
del Arcipreste), necesarias estrofas con
las que dar a cada lector la medicina propia según el mal carnal o espiritual
que le aquejase.
La obra se fundamenta principalmente en la autobiografía ficticia del autor, “Don Melón de la Huerta”, donde deja patente su opinión particular con respecto a pasiones terrenales, el goce carnal, y de cómo estos deben ser administrados en pos de la felicidad de un hombre del medievo, de cuya cabeza, con respecto a estos delicados asuntos, pende siempre una espada llamada averno.
"Como dice Aristóteles,
cosa es verdadera,
el mundo por dos
cosas trabaja: la primera,
por aver
mantenencia; la otra era
por aver
juntamiento con fembra plasentera"
Junto a estos atrevidos
y fogosos versos, críticos con el alto clero, véase la “Cantiga de los clérigos de Talavera” (que bien pudieron ser la causa de la encarcelación del Arcipreste),
se compilan otras de carácter totalmente opuesto, en las que esa gula carnal es
sustituida por otra de tipo espiritual donde la virgen es objeto de alabanzas y
pleitesías varias.
Cuentos moralizantes, fábulas,
apólogos, en los que el autor a modo de sermón
poético trata de iluminar a quiénes se ven atrapados por la penumbra del
pecado, esa que (valga la redundancia), encarna Don Carnal, enzarzado en dura batalla con Doña Cuaresma (similar a la que mantiene él mismo con Don Amor), a
la que el Arcipreste acude tal vez con la intención de frenar la inmoral actitud
del primero.
Excelsa
obra, considerada una de las más grandes de todos los tiempos,
donde su heterogéneo y contrapuesto contenido no implica ni mucho menos lo contradictorio de la moraleja que entre versos de
cuaderna vía nos hizo llegar Don Juan
Ruiz. Disfrútenla pinchando en la imagen.