Siempre hay que cuestionarse el hecho de asistir a un evento "tributo". Sientes una gran fuerza de atracción mientras entiendes que lo máximo que te vas a enchufar es un sucedáneo del fenómeno. Al principio te resistes, pero al final sucumbes al reconocer que el homenaje puede ser ciertamente grande. Sobre todo cuando se trata de bandas que no esperas ver en un futuro inmediato (o nunca más) como ocurre con el supergrupo que nos ocupa.
Lo primero es preguntarse cuándo fue la última visitica de la banda y porqué no estuviste allí. En mi caso debo reconocer (no sin pesar) que Roger Waters tuvo a bien visitar Granada no hace mucho tiempo desplegando su arte en la noble ciudad de Atarfe. En aquel tiempo yo era un superfriki de la guitarra y no podía soportar el hecho de que David Gilmour no fuera invitado a la fiesta. Me equivoqué. Hoy no dudaría ni un segundo el hecho de asistir a tan magno evento. Y eso me lleva a enchufarme todo lo que huela a Pink Floyd sin más remedio, haga falta o no haga falta. Y en este caso puede que haga falta, porque estos mamonazos se lo curran de miedo a la hora de imitar a nuestros ídolos. Veamos un video como ilustración:
Es necesario recordar que Pink Floyd ya ha tenido espacio en nuestro blog, incluso de forma reiterada. Debo reconocer que me atreví a enchufar el superevento de la banda en Pompeya cuando el Gran Jota ya había dado buena cuenta del fenómeno. Aquello me hizo sentir tan mal por la duplicidad como tan bien por la sincronía. Y es ahora cuando me atrevo a destacar la fecha en la que se produjo el superbolo. Ha llovido bastante y en mi caso resulta que estaba recién nacío. Naturalmente no fue hasta mucho más después cuando sentí la fuerza de atracción del Fluido Rosa. Y esto nos lleva a reflexionar sobre el hecho de cuándo y cómo Pink Floyd entra en tu vida. Aquí cada cual puede ofrecer su historia.
En mi caso fue mi amigo Salva de Torredonjimeno el que me grabó la cinta del "A momentary lapse of reason" cuando estábamos en primero de BUP. No empecé mal, pero la cosa se puso mucho mejor después. Resulta que mi amigo Fernan tuvo a bien abrir un garito en mi calle. EL MURO. Así se llamó en homenaje a la banda que nos ocupa y lució sin control durante mucho tiempo una reproducción del arte del disco. Ahora pienso que Pink Floyd han estado ahí desde siempre ocupando la primera fila de nuestras obsesiones. Y si estos mamonazos se atreven a revivir el espíritu, no seré yo el que se oponga.