A lomos de esta nuestra grandiosa esfera azul, a veces con
ese vértigo intrínseco que el movimiento universal produce a cada uno de los
seres que osan hacerse con uno de estos singulares billetes astrales, observamos
como a cada giro emprendemos una nueva ruta dentro de la misma. Las
antiquísimas rotaciones y traslaciones se convierten en algo nuevo cada día,
otra flamante historia dentro de un viejo y gastado escenario, eclipsando a la cadenciosa monotonía de
amaneceres, anocheceres y ciclos estacionales engastados en este esférico tiovivo.
El hecho evidente de estar en posesión de dicho billete es el
motivo, tan arcaico como la vida misma,
por el cual el hombre a lo largo de la historia se pregunta el por qué y para qué de este número equis de vueltas que debemos completar para cumplimentar
nuestro igualmente enigmático curriculum vitae.
“El alquimista”, novela auto reflexiva que el autor
brasileño Paulo Coelho publicara en 1988, nos plantea a través de los mil y un
subterfugios que la vida guarda en sus
alforjas, a través de la experiencia vital de un joven pastor, el cual emprende
un singular viaje, vislumbrando apenas las codificadas señales que se le van revelando a lo largo de su
particular aventura; ese tan delicado y controvertido
asunto, incitador de insignes debates entre
los más prestigiosos filósofos en tiempos pretéritos, presentes y futuros, de
por dónde deben andar nuestros pasos, por qué razón y con qué finalidad. Todo
ello lo aborda Coelho, de la forma más sencilla, sin acudir a complejos
razonamientos filosóficos, como si de un cuento con provechosa moraleja se
tratara. La realización de nuestra “Leyenda Personal” debe basarse en el arduo
y a la vez sencillo (si seguimos, como se cita en la obra, a los designios de
nuestro corazón) arte de reconocer las
señales que el “Alma Del Mundo” va adhiriendo a nuestra propia experiencia vital,
alentándonos a seguir luchando por lo que cada uno considere que es su sueño
particular. “Cuando queremos una cosa, todo el universo conspira para ayudarnos
a conseguirla”. Esta ayuda a la que se alude con frecuencia en la novela no es
más que el encomiable y firme propósito que el individuo debe poner
en su empeño por llegar a esa meta colmada de parabienes que se ha
propuesto alcanzar.
La importancia, no ya de alcanzar dicha meta, sino de
completar cada una de las etapas de las
cuales se compone tan duro y emocionante maratón son el bálsamo que va
ungiendo y alimentando ese espíritu gozoso de recibir tan notable
avituallamiento. Las señales forman parte de nosotros mismos. Sólo la voluntad de querer descifrarlas nos separa de
nuestro particular tesoro. Pinchen en la imagen y lean.