La evidencia de la relatividad a la hora de emitir un
juicio sobre tal o cual cuestión, se hace más palpable a medida que
ahondamos en la particular manera que cada uno
adoptamos cuando de percibir y/o de
juzgar esta o aquella acción se trata. Esto viene en gran medida condicionado
por varios factores, aparte de los meramente
subjetivos, mas existen otros tan a menudo determinantes que a priori nos parecería
del todo inútil el papel desempeñado por nuestra propia opinión. Estas fuentes externas tan influyentes en la mayoría de los casos,
dada la parafernalia mediática con
la que tienen a bien pertrecharse a fin de subyugar disidentes
maneras de opinar sobre lo que desde su punto de vista solo debe hacerse unilateralmente acaban en tantas ocasiones relegando a ese estrato de mediocridades (en este
caso cinematográficas) a ciertas
producciones que con el paso de ese sabio enmendador de despropósitos varios llamado tiempo, se han reivindicado con
toda justicia para ahora sí, ocupar el
lugar que en su momento se les había negado.
“Los chicos del maíz”, adaptación cinematográfica del
cuento homónimo incluido en el libro “El umbral de la noche”, de Stephen King, del cual, aparte de este, se plasmarían en el celuloide cuatro relatos
más y que pueden leer pinchando aquí, es un claro ejemplo de esta curiosa,
debatida y rebatida relatividad con respecto al lugar que debe ocupar esta cinta. Si aludimos en primer término a su categoría
de serie B, esto, más otras tantas carencias meritorias de esta segunda
división del celuloide que la cinta va acumulando a lo largo de sus 92
minutos, serían ya argumentos
suficientes para dar la puntilla a un trabajo con pocas o ninguna opción para
ni siquiera tener que dar oportunidad a que el debate a favor de la cinta tuviera lugar. Pero es justo, tan
justo es que esta relatividad a la que aquí hacemos referencia, se haga
presente y exija ese debate necesario para una cinta que es ya un clásico del género del terror con varias secuelas, pese a no contar con grandes, modernos e
impactantes efectos especiales, ni tampoco con una brillante adaptación a lo
que el guión se refiere por parte de
su responsable George Goldsmith, ni
por tantas, a veces, exigencias técnicas que no implican la mayoría de las
veces que la película se asegure así su pase a la eternidad cinematográfica.
Este no es un film de serie B más, perdido en un videoclub
ochentero de los muchos que engulleron esos aparatos ahora prehistóricos que
devoraban cintas VHS sin descanso.
Maizales impregnados de una rancia y salvaje América profunda, en los que se hacen fuertes unos niños nada inocentes, dispuestos a sacrificar a unos adultos en su fanático proceder por mitigar las ansias de una diabólica entidad denominada “El que camina detrás de la fila”. El factor opresivo que irradia un pueblo en medio de la nada, donde todos sus habitantes parecen haber desaparecidos, la figura del niño que lidera tan temible secta, Isaac Chroner, interpretado por un acertado John Franklin convertido ya en icono del género y otros tantos elementos que en principio no parecen presentar ninguna relevancia, pueden suponer ese plus que califique la cinta como de film de culto, pasando a un segundo plano la forma y haciéndose presente el fondo, referente primordial al que muchas producciones se aferran para diferenciarse de otras tantas que aun no considerándose series B, permanecerán enterradas en ese limbo del olvido donde no ha lugar debate alguno, dando por sentada su escasa o nula entidad. Pinchen en la imagen y déjense seducir por estos escabrosos maizales.
Maizales impregnados de una rancia y salvaje América profunda, en los que se hacen fuertes unos niños nada inocentes, dispuestos a sacrificar a unos adultos en su fanático proceder por mitigar las ansias de una diabólica entidad denominada “El que camina detrás de la fila”. El factor opresivo que irradia un pueblo en medio de la nada, donde todos sus habitantes parecen haber desaparecidos, la figura del niño que lidera tan temible secta, Isaac Chroner, interpretado por un acertado John Franklin convertido ya en icono del género y otros tantos elementos que en principio no parecen presentar ninguna relevancia, pueden suponer ese plus que califique la cinta como de film de culto, pasando a un segundo plano la forma y haciéndose presente el fondo, referente primordial al que muchas producciones se aferran para diferenciarse de otras tantas que aun no considerándose series B, permanecerán enterradas en ese limbo del olvido donde no ha lugar debate alguno, dando por sentada su escasa o nula entidad. Pinchen en la imagen y déjense seducir por estos escabrosos maizales.