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Imágenes de piedra y agua

Si bien mi primera entrada en este noble espacio fue con motivo del Día del Padre y su consecuente presente, debo recurrir nuevamente a una similar experiencia. Esta vez con motivo de mi particular onomástica que toma vigencia durante el 28 de este mes de agosto y que, por otro lado, es grandemente celebrada en la muy noble ciudad de Linares, donde tuve la fortuna de pasar algunos de los mejores años de mi tortuosa existencia.


Sin haber sido responsable del menor logro para merecerlo, he sido invitado por mi compañera sideral al Curso sobre Agua y Cultura recientemente celebrado en el Balneario de Lanjarón con el esloganIMÁGENES DE PIEDRA Y AGUA”. Un título mucho más que atinado atendiendo a la capacidad de captar adhesiones y que se hace sitio entre tus obsesiones cuando sigues mirando y te encuentras con la brillantísima imagen que sirve como ilustración del cartel.

Esto sí que es la “hostia en vinagre”. Sí, esta vez es la buena. Las otras 124 veces que utilicé esta expresión fue con intención estacional, transitoria y claramente caduca, sin más vigencia que la permitida por las redes sociales, muchas veces menor que el intervalo temporal medido durante un instante. Ahora, definitivamente, nos encontramos ante la verdadera, real, genuina, eterna y definitivamente perenne “HOSTIA EN VINAGRE”.

No puedes apartar tus ojos de la superfoto, hipnotizado, mientras tus manos recopilan de forma autónoma las artes de pesca fotográfica y te cuestionas, una vez más, la durabilidad de tu indumentaria llenando el espacio que queda en la funda de la cámara con dos calzoncillos y un abridor de cervezas (no solo de píxels vive el hombre). A la mañana siguiente, justo antes de partir hacia tu destino, recapacitas sobre la circunstancia de viajar con amada y torpedín. Echas dos camisas negras iguales y dos polos negros también iguales mientras te preguntas si hay por ahí algún mamonazo como tú que se compra la ropa “repe" para mantener un estilo mucho más que aburrido y que en toda ocasión, dada la repetición de sisas y tonos, suscita la sospecha de que sean albergados entre las prendas olores y sustancias de días pasados y que inexorablemente dejaron su historia grabada sobre el tejido en forma de aromas y otros estímulos sensoriales. Esta reflexión me confirma la decisión sobre mi indumentaria desde la necesidad de excitar la oposición de mis acompañantes como primer paso hacia la pretendida y necesaria relación desde la seguridad de que acabará, sin más remedio, mucho mejor de lo que empezó.

Tras un viaje que se hace mucho más corto de lo esperado y en ocasiones sostenible a través de la contemplación de los aerogeneradores que irrumpen en nuestra ruta (cada vez más acojonantemente grandes) llegas allí donde tenías que estar. Y eso, amigo, te hace feliz. Sabes que vas a ver muchas fotos y a hacer otras tantas y que a lo mejor hasta puedes sacar alguna buena tras los consejos de los ilustres ponentes, previamente espiados en la red, sintiendo la más desconsoladora envidia por su trabajo. Ni más ni menos que Ignacio Henares, Andrés Castillo y María José CardellLa historia consiste en recibir una mañanera clase magistral a cargo de los “elementos” antes citados y por la tarde salir a destrozar la cámara sin compasión a la búsqueda de “LA FOTO”.

Me detengo aquí para transmitir la grandísima gracia que ha sido contar con Francisco Fernández en el necesario momento de comentar las instantáneas realizadas el día anterior y que utilizó esas palabras en alguna ocasión: “Bueno... (carraspeo), ésta es LA FOTO”. Amigo, cuando escuchas esto puedes estar seguro de que has llamado a las puertas del cielo aunque haya sido sin querer.  Por otro lado, no me ha quedado más remedio que rebautizar a Don Francisco como “La mano de Dios dado que utilizaba sus extremidades superiores con gran destreza a la hora de tapar los defectos cometidos en la composición de nuestros trabajos. Siempre de una forma cariñosa y agradable en todo momento, pero no desprovista del necesario reproche que tan ansiosamente fuimos a buscar. Ha sido un lujo contar con su presencia complementado de forma mucho más que eficiente las ponencias de los artistas antes referidos, que fueron mucho mejor que buenas destrozando sin compasión las grandes expectativas iniciales. Han sido esos ingredientes los que me han permitido cocinar las que considero mis mejores fotos. Aquellas que nunca me sentí capaz de hacer y de las que me siento devastadoramente orgulloso, con el único pesar de sufrir la necesidad de compartirlas con todo aquel inocente viajero que sufra el infortunio de cruzarse en mi camino. Me queman tanto en las manos que salgo a airearlas sin más remedio, haga falta o no haga falta. Son a la vez mi escudo y mi debilidad conformando ahora mis vanidades y un poco más tarde mis complejos. Unas instantáneas en las que puedo adivinar las caras de todos los asistentes (ponentes, alumnos y catedráticos) a los pocos segundos de la contemplación, como pinceles desde los que han surgido las tintas que impresionaron el despiadado fondo en blanco. Aquí dejo un enlace al álbum de Flickr por si alguien gusta de echar un ojillo. Objetivo inicial cumplido. Vayamos ahora con los daños colaterales.

Primeramente, es necesario aludir al escenario del evento, que no es otro que el Hotel-Balneario de Lanjarón. Debo reconocer que al principio no confié en este enclave como plató para mi primer “ataque al modo manual”. Desde el principio estuve buscando claquetas del rodaje de la tercera parte de “Cocoon” ciertamente desubicado. Eso antes de la cita con la doctora del balneario, por cortesía de Vio (alma y motor del fenómeno que nos ocupa), que me ubicó temporalmente sumando a mi historia personal muchos más años de los que puede soportar una calculadora de bolsillo. Una vez equilibradas las edades todo fue como la seda: A las 8:30, medio litro de Capuchina (un agua tan buena para el organismo como desagradable al paladar); a las 9:30, cuencos tibetanos, taichí y otras deliciosas actividades. Eso o quedarse con el enano según el turno correspondiente, esta última actividad derivada de las responsabilidades adquiridas tras ejercer el noble acto de la procreación. Posteriormente, desayuno ligero para a continuación recibir una clase magistral de fotografía que nunca acabó antes de la hora del ágape del mediodía, siempre compuesto a base de suculentas viandas ofrecidas en un menú tan saludable como atrayente y tan sostenible como respetuoso con el medio ambiente. Prueba de ello fue el vino ecológico servido que bien mereció múltiples alabanzas y de igual modo funcionó a la perfección como brebaje preparativo para la incuestionable siesta posterior.

Una vez recargadas las baterías (la del móvil y la del body), paseo en albornoz hasta el circuito acuático correspondiente que sin más remedio incluía contrastes entre la frigidez y el bochorno acompañados siempre de otras “putadas” que bien pudieron formar parte de aquella instrucción militar que no disfruté en su momento y que ahora, de forma inexorable, retorna con energía renovada. Tuve que recurrir al bloc de notas de mi teléfono celular para expresar mis últimas voluntades en no menos de dos ocasiones, pero al final sobreviví a la experiencia. Ahora fuera de “tontás" debo recomendar a todo el mundo los tratamientos que se pueden recibir en este balneario, una vez comprobados in situ sus positivos efectos sobre la salud y el espíritu. Todavía sudoroso a consecuencia de la sauna y (modo coña activado) con una visible cojera provocada por los chorros de agua ferruginosa tan masajeantes como demoledores, llegas al “mitin poin” quince minutos tarde y ciertamente estresado, atesorando entre tus manos el margen temporal de cortesía. Aún así llegas de los primeros. Esto es un balneario, amigo. Let it flow. Una vez arrivados los participantes trincas la máquina de fotos y a dar caña. Sin duda, ésto ha sido lo mejor del evento disfrutando como enanos al llevar nuestros equipos al límite en un sinfín de exposiciones, encuadres y disparos.


A continuación duchica y pa la cena. Otra vez degustación de exquisitos productos y mejores caldos ubicados a esta hora en la terraza pudiendo disfrutar del aire libre y las estrellas. Y cuando digo "estrellas" me refiero tanto a los astros vigentes en la bóveda celeste como a los artistas que una vez concluido el postre nos deleitaron con su enorme presencia sobre el improvisado escenario en una avalancha de sabiduría con forma de subyugante prosa y no menos hipnotizantes versos. Un baño de burbujeante y cálida cultura que rejuveneció nuestras almas con una potencia similar a la del photoshop, siendo este momento el único en el que me permito aludir al enemigo del intrépido fotógrafo. Reproduzco con orgullo los nombres de aquellos que a bien tuvieron ilustrarnos, dada su enorme categoría: Juan Alfredo Bellón, Dionisio Pérez, Juan Carlos Friebe, Jose Manuel Ruiz, Antonio Carvajal y Jesús García Calderón.

Debo concluir, habiéndome extendido en este post mucho más de lo correspondiente, dado el estado de exaltación que sufro tras la inmersión cultural relatada. 

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