Desde que el hombre es hombre, la identidad personal de cada individuo ha ido ligada de alguna manera a los cánones o reglas morales y/o legales que la sociedad del momento les haya impuesto, la mayoría de las veces sin que éste se percatase de tan curiosa y efectiva artimaña. La obsesión, por otra parte estéril, de querer permanecer inmune al poderoso influjo de una sociedad que moldea a su antojo a una masa compuesta de individuos que cada vez lo son menos, mientras paradójicamente creen determinante el defender su estatus de personas únicas e irrepetibles, parapetándose en egos de clonaciones imposibles con fechas de caducidad cada vez más reales, es una empresa que se nos antoja mucho más enrevesada si cabe a medida que transcurren estos nuestros modernos días, en los que la ciencia hace frente a la polémica y siempre espinosa cuestión moral de crear seres vivos genéticamente idénticos.
José Saramago nos acerca, a través de su novela "El hombre duplicado", a ese fantasma que pulula silencioso y acechante, que tiene el firme propósito de arrebatarnos el don preciadísimo de ese "yo" que nos define, del cual estaremos más o menos orgullosos, pero que nadie posee salvo uno mismo. Es intrigante la introspectiva creada por el autor a la hora de hacernos reflexionar sobre la amenaza de esa posible clonación, sea consumada por otro individuo o por una sociedad que hábilmente suplanta nuestra capacidad de actuar, dirigiéndola a su antojo y convirtiéndonos en meras marionetas programadas por y para satisfacer intereses meramente lucrativos.
Pero es justo en el preciso momento en el que nos damos cuenta de que puede haber otra persona idéntica a la nuestra cuando decidimos reaccionar, dándonos pistas el autor en lo referente al hecho imperceptible de esta sutil clonación en el pasaje donde Tertuliano Máximo revisiona una y otra vez la escena de la película donde aparece su particular doble. Doble que a su vez se siente igual de intimidado al verse descubierto y pasa a tomar las medidas que cree oportunas. Lejos de ser una novela fatalista, en la que puedan profetizarse elementos oscuros donde la humanidad sucumba ante fuerzas que la releguen a inframundos en los que la razón no fuera la propia de cada individuo, el texto hace hincapié en la voluntad que debe mostrtar la sociedad para no caer en esa profunda sima caótica donde se confunden lógicas razones con absurdos intereses creados, el auténtico "yo" con el clon que nos habita sin que seamos conscientes de ello.
Toda una lección de reflexiones internas de la siempre aleccionadora escuela de Saramago, que estos días también ha estrenado su versión cinematográfica con el título de "Enemy". Pinchen en la imagen y adéntrense en un mundo en el que tal vez no seamos quienes realmente creemos ser.
José Saramago nos acerca, a través de su novela "El hombre duplicado", a ese fantasma que pulula silencioso y acechante, que tiene el firme propósito de arrebatarnos el don preciadísimo de ese "yo" que nos define, del cual estaremos más o menos orgullosos, pero que nadie posee salvo uno mismo. Es intrigante la introspectiva creada por el autor a la hora de hacernos reflexionar sobre la amenaza de esa posible clonación, sea consumada por otro individuo o por una sociedad que hábilmente suplanta nuestra capacidad de actuar, dirigiéndola a su antojo y convirtiéndonos en meras marionetas programadas por y para satisfacer intereses meramente lucrativos.
Pero es justo en el preciso momento en el que nos damos cuenta de que puede haber otra persona idéntica a la nuestra cuando decidimos reaccionar, dándonos pistas el autor en lo referente al hecho imperceptible de esta sutil clonación en el pasaje donde Tertuliano Máximo revisiona una y otra vez la escena de la película donde aparece su particular doble. Doble que a su vez se siente igual de intimidado al verse descubierto y pasa a tomar las medidas que cree oportunas. Lejos de ser una novela fatalista, en la que puedan profetizarse elementos oscuros donde la humanidad sucumba ante fuerzas que la releguen a inframundos en los que la razón no fuera la propia de cada individuo, el texto hace hincapié en la voluntad que debe mostrtar la sociedad para no caer en esa profunda sima caótica donde se confunden lógicas razones con absurdos intereses creados, el auténtico "yo" con el clon que nos habita sin que seamos conscientes de ello.
Toda una lección de reflexiones internas de la siempre aleccionadora escuela de Saramago, que estos días también ha estrenado su versión cinematográfica con el título de "Enemy". Pinchen en la imagen y adéntrense en un mundo en el que tal vez no seamos quienes realmente creemos ser.