Siempre un debut supone un reto mucho más acuciante que lo que supondría vadear ese fluido limpio de posibles obstáculos que resulta después de que la acción de algún arrojado pionero despejara tan espinosos senderos.
En este recién estrenado año, se cumple el trigésimo aniversario del inicio de la carrera de ese tándem cinematográfico tan singular como imprescindible ya en la actualidad formado por los hermanos Joel y Ethan Coen. No satisfechos con trabajos anteriores en los que sus ansias de plasmar esa marca propia con la que posteriormente vencerían y convencerían a tantos entusiastas del séptimo arte se veían reprimidas por directores o productores con sus propias ideas acerca de cómo deberían quedar tales o cuales secuencias, deciden aliarse uno como productor y otro como director o viceversa, ya que según testigos directos de algunos de sus rodajes, se intercambian ambos papeles, conformando esa cabeza bicéfala en la que se gestara la cinta de la que hoy nos hacemos eco.
"Sangre fácil" supone el comienzo de una nueva andadura para estos dos hermanos que discretamente estampan su rúbrica en una particular manera de filmar, un nuevo sello identificativo fácilmente reconocible e igualmente plausible. Sin grandes alardes y con un objetivo tan subjetivo como bien puede ser el suyo, captan buena parte de esa esencia que debe poseer cualquier trabajo cinematográfico que se precie.
Con claros referentes al cine negro de décadas doradas de este género como la de los 50, la ópera prima de los Coen expone categóricamente un estilo no solo en aspectos técnicos (movimientos de cámara, encuadres, dinamismo), sino también incidiendo de forma clara en el aspecto humano de los personajes, filtrándolos por ese tamiz tan característico que los de Minnesota aplican, dotando al film de un punto sobresaliente plagado de riqueza emocional.
Risas cínicas que tienen como destino la alicaída moral de perdedores empedernidos. Paisajes polvorientos donde la imaginación deja solo las migajas a la ilusión de tipos enfrascados en un día a día tan cíclico como su propia calamitosa existencia. Enredos pasionales, preludio de tormentas mucho más intensas que desembocarán en un puñado de daños colaterales dignos de la mejor novela negra.
Frances Mcdormand, futura esposa de Joel, y que a posteriori colaborara en producciones tales como "Arizona baby", "Muerte entre las flores" o "Fargo" (quién no recuerda a la indolente y singular Marge), junto a Dan Hedaya, John Getz y M. Emmet Walsh entre otros, conforman el plantel de una de las películas con ese peso específico que sus creadores imprimen estrenado un sello propio que nos depararía muchas y grandes satisfacciones. Pinchen en la imagen y acomódense en sus butacas.