La espesura de ciertos árboles frondosos e inexpugnables en su magnificencia, dados siempre a perpetuar su especie, su linaje, su poderío sin parangón, su altiva posición frente a sus otros congéneres, en definitiva, a seguir haciendo sombra a todo aquel que se sitúe en el radio de acción de sus poderosas e implacables ramificaciones, es indiscutiblemente un tupido velo que nos impide ver un bosque de un color muy distinto al que se nos muestra realmente.
Esa maleza tan espesa como embaucadora se manifiesta en multitud de sentimientos, impulsos, necesidades primarias, en todo ese amasijo de acciones que priorizan de manera absoluta al individuo y marginan del todo al grupo. Especialmente, este virtual antifaz se vuelve del todo opaco en determinadas situaciones en las que el instinto de supervivencia maneja con absoluta autoridad la voluntad del individuo, transformando su conducta hasta extremos en gran medida detestables.
Como ejemplo de una de estas situaciones límite podríamos poner la que se nos muestra en la novela del Nobel de literatura José Saramago, "Ensayo sobre la ceguera", donde a causa de una extraña epidemia, los personajes van perdiendo la vista uno tras otro, con las fatídicas consecuencias que esto lleva implícito. Es curioso observar cuan frágil puede llegar a ser la conducta humana cuando se hacen añicos los pilares que sustentan ese mundo en el que las necesidades básicas están satisfechas en mayor o menor medida.
El autor elabora un ingenioso símil entre la ceguera física y la mental, toda una declaración de intenciones dirigida a una sociedad que basa sus valores en un egocentrismo desmedido y al igual que en la novela, no duda en pasar por encima del prójimo para conseguir sus objetivos. Pero no todo es de color negro en esta novela, de igual forma que en nuestra sociedad, y en ella cobra protagonismo un personaje femenino, el cual es inmune a la epidemia, y que lejos de "aprovecharse" de su ventaja visual, se sacrifica por los demás en una situación límite donde el caos campa a sus anchas.
La novela está narrada en un bloque de texto, no existen diálogos directos ni signos de exclamación ni de interrogación. No hay ni un solo punto y aparte ni a los personajes se les conoce nombre alguno. Esto en principo puede resultar algo tedioso para el lector, pero una vez nos hacemos a este singular modo narrativo, la novela resulta de lo más interesante. Si pinchan en la imagen podrán ver a través de los ojos de estos desdichados invidentes. Pasen y lean.
Esa maleza tan espesa como embaucadora se manifiesta en multitud de sentimientos, impulsos, necesidades primarias, en todo ese amasijo de acciones que priorizan de manera absoluta al individuo y marginan del todo al grupo. Especialmente, este virtual antifaz se vuelve del todo opaco en determinadas situaciones en las que el instinto de supervivencia maneja con absoluta autoridad la voluntad del individuo, transformando su conducta hasta extremos en gran medida detestables.
Como ejemplo de una de estas situaciones límite podríamos poner la que se nos muestra en la novela del Nobel de literatura José Saramago, "Ensayo sobre la ceguera", donde a causa de una extraña epidemia, los personajes van perdiendo la vista uno tras otro, con las fatídicas consecuencias que esto lleva implícito. Es curioso observar cuan frágil puede llegar a ser la conducta humana cuando se hacen añicos los pilares que sustentan ese mundo en el que las necesidades básicas están satisfechas en mayor o menor medida.
El autor elabora un ingenioso símil entre la ceguera física y la mental, toda una declaración de intenciones dirigida a una sociedad que basa sus valores en un egocentrismo desmedido y al igual que en la novela, no duda en pasar por encima del prójimo para conseguir sus objetivos. Pero no todo es de color negro en esta novela, de igual forma que en nuestra sociedad, y en ella cobra protagonismo un personaje femenino, el cual es inmune a la epidemia, y que lejos de "aprovecharse" de su ventaja visual, se sacrifica por los demás en una situación límite donde el caos campa a sus anchas.
La novela está narrada en un bloque de texto, no existen diálogos directos ni signos de exclamación ni de interrogación. No hay ni un solo punto y aparte ni a los personajes se les conoce nombre alguno. Esto en principo puede resultar algo tedioso para el lector, pero una vez nos hacemos a este singular modo narrativo, la novela resulta de lo más interesante. Si pinchan en la imagen podrán ver a través de los ojos de estos desdichados invidentes. Pasen y lean.