A grandes males, grandes remedios. Es lo que podría haberse gestado en la imaginación del novelista estadounidense Raymond Chandler, cuando en 1939 decide dar forma a lo que sería su primera novela negra, "El sueño eterno", no la mejor según los entendidos pero sí la más apasionante, la más "negra", la que más hilo nos aporta cuando tiramos de esa madeja imaginaria donde se enrolla una trama demasiado enmarañada , demasiado peligrosa, un laberinto de oscuras intenciones digno del Teseo más aguerrido.
Y para estos descomunales entresijos, que mejor remedio que el de un personaje con arrestos suficientes como para sacar a la luz asuntos tan sucios como retorcidos en los que cada personaje está más implicado de lo que parece y a su vez de lo que cada uno cree.
Para acometer tan grande y grave empresa, Chandler pone al frente de la investigación a Philip Marlowe, un detective rudo, con una fuerte personalidad, curtido en mil batallas, que pareciera haber dejado por un tiempo el mundo real para adentrarse en este sueño hecho casi pesadilla y que sería ya referente obligado no sólo para el escritor, que le daría vida en otros tantos relatos, sino para otros muchos novelistas a la hora de echar mano de un modelo de personaje hecho a medida para este género literario tan particular.
La novela empieza cuando un anciano llamado Sternwood, un general retirado y enfermo, encarga a Marlowe la investigación de un caso de chantaje en principio con no demasiado trasfondo, del cual surgirán un sinfín de ramificaciones que desembocarán en una maraña de sucios negocios, crímenes y turbios acontecimientos. La novela ha sido llevada a la gran pantalla en diversas ocasiones, aunque es de recibo destacar la versión de Howard Hawks de 1946, en la que un inconmensurable Humphrey Bogart encarna al susodicho detective.
Pinchen en la imagen y no pierdan hilo de tan excitante relato.
Y para estos descomunales entresijos, que mejor remedio que el de un personaje con arrestos suficientes como para sacar a la luz asuntos tan sucios como retorcidos en los que cada personaje está más implicado de lo que parece y a su vez de lo que cada uno cree.
Para acometer tan grande y grave empresa, Chandler pone al frente de la investigación a Philip Marlowe, un detective rudo, con una fuerte personalidad, curtido en mil batallas, que pareciera haber dejado por un tiempo el mundo real para adentrarse en este sueño hecho casi pesadilla y que sería ya referente obligado no sólo para el escritor, que le daría vida en otros tantos relatos, sino para otros muchos novelistas a la hora de echar mano de un modelo de personaje hecho a medida para este género literario tan particular.
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