Es fácil someterse de buen grado a los inocuos y a la vez placenteros brazos que con absoluta firmeza nos acogen cuando nos adentramos en el mundo surrealista, o tantas veces hiperrealista, de los sueños, ya sean profundos o claramente conscientes. El hombre rico o pobre, feliz o desgraciado, satisfecho en todas sus necesidades básicas o igualmente insatisfecho en las mismas, se rige por las mismas normas a la hora de exigir un nuevo estatus en su relación con el mundo. Todo es susceptible se ser víctima de un cambio, ya sea de una naturaleza u otra, ya sea para mejor o peor, esto es lo que menos debe importarnos. Lo realmente excitante, importante, digno de cualquier esfuerzo loable, es el cambio en sí. El inmovilismo es una celda tan incómoda como represora. Represora de todo lo que hemos de soñar, y por tanto la llave que abra esa puerta se convertirá en una prioridad máxima y vital para todo ser ansioso de nuevas experiencias.
Esas mismas experiencias son, quizá de una manera inconsciente, las que Castorp, protagonista de "La montaña mágica", obra cumbre del escritor teutón Thomas Mann, busca en el sanatorio Berghof, donde en principio ingresa en calidad de visitante por un corto período de tiempo, para a la postre permanecer ingresado durante siete largos años. Castorp, según su autor, es una especie de aventurero en busca del Santo Grial, en busca de ese sueño en forma de conocimientos, emociones, valores, sentimientos, etc., que todo hombre persigue a lo largo de su efímera existencia, sin llegar la mayoría de las veces a vislumbrarlo ni por asomo.
La ubicación real del sanatorio, situado en la montaña, alejado de la sociedad, hermético a toda influencia exterior, es un escenario perfecto para que el autor cree un submundo en donde dar vida a tan variopintos y singulares personajes, que no podrían subsistir en ningún otro lugar terrestre. La montaña de Mann se convierte en mágica en tanto en cuanto el poder de atracción del sanatorio Berghof se va intensificando de manera progresiva para el joven Castorp, que encuentra en él mucho más que un recinto destinado a restituir la salud de sus inquilinos. La obra está cargada de simbolismos, alusiones filosóficas, mitológicas, referencias artísticas y opiniones sobre materia política (esta última a medida que avanza la novela cambia en sus personajes, a la vez que cambió en su autor). Recordemos que el escritor alemán dedica doce años de su vida a esta voluptuosa obra. Aparte se sus mentores Settembrini y Naphta, que rivalizarán en ideales y sobre todo en monopolizar la educación del joven Castorp, es destacable el personaje de Clawdia Chauchat, que simboliza el amor y la pasión, un punto de anclaje más a este lugar mágico, que junto con la muerte, la enfermedad, la lujuria, las suntuosas viandas que incitan a la gula más desmedida, y el disfrute máximo de la vida, representado en el personaje de Peeperkorn, conforman una extraña atmósfera que inocula al visitante una percepción de la vida y del tiempo cronológico (como bien advierte a Castorp su primo Joachim al principio de la obra) muy distinto al de "allá abajo".
Pinchando en la imagen que sigue disponen de la novela completa; si pinchan en la de arriba podrán conocer más acerca de la vida del autor a través de su biografía. Déjense cautivar y disfruten de las vistas.
Charlie 72
Esas mismas experiencias son, quizá de una manera inconsciente, las que Castorp, protagonista de "La montaña mágica", obra cumbre del escritor teutón Thomas Mann, busca en el sanatorio Berghof, donde en principio ingresa en calidad de visitante por un corto período de tiempo, para a la postre permanecer ingresado durante siete largos años. Castorp, según su autor, es una especie de aventurero en busca del Santo Grial, en busca de ese sueño en forma de conocimientos, emociones, valores, sentimientos, etc., que todo hombre persigue a lo largo de su efímera existencia, sin llegar la mayoría de las veces a vislumbrarlo ni por asomo.
La ubicación real del sanatorio, situado en la montaña, alejado de la sociedad, hermético a toda influencia exterior, es un escenario perfecto para que el autor cree un submundo en donde dar vida a tan variopintos y singulares personajes, que no podrían subsistir en ningún otro lugar terrestre. La montaña de Mann se convierte en mágica en tanto en cuanto el poder de atracción del sanatorio Berghof se va intensificando de manera progresiva para el joven Castorp, que encuentra en él mucho más que un recinto destinado a restituir la salud de sus inquilinos. La obra está cargada de simbolismos, alusiones filosóficas, mitológicas, referencias artísticas y opiniones sobre materia política (esta última a medida que avanza la novela cambia en sus personajes, a la vez que cambió en su autor). Recordemos que el escritor alemán dedica doce años de su vida a esta voluptuosa obra. Aparte se sus mentores Settembrini y Naphta, que rivalizarán en ideales y sobre todo en monopolizar la educación del joven Castorp, es destacable el personaje de Clawdia Chauchat, que simboliza el amor y la pasión, un punto de anclaje más a este lugar mágico, que junto con la muerte, la enfermedad, la lujuria, las suntuosas viandas que incitan a la gula más desmedida, y el disfrute máximo de la vida, representado en el personaje de Peeperkorn, conforman una extraña atmósfera que inocula al visitante una percepción de la vida y del tiempo cronológico (como bien advierte a Castorp su primo Joachim al principio de la obra) muy distinto al de "allá abajo".
Pinchando en la imagen que sigue disponen de la novela completa; si pinchan en la de arriba podrán conocer más acerca de la vida del autor a través de su biografía. Déjense cautivar y disfruten de las vistas.
Charlie 72