Amanece un nuevo día, y no recuperados de las funestas diatribas del día anterior, contadas con el atavío irónico,siempre menos grave, de programas sensacionalistas, o con la rígida seriedad de noticieros a los que sus "mecenas" orientan con una fineza exquisita de por dónde deben ir dirigidas todas y cada una de sus pullas; volvemos a corroborar con no menos desánimo que lo de ayer es hoy más de lo mismo y que la repetición de despropósitos, corruptelas, y demás insoportables y escandalosos titulares van a seguir horadando, como sí de un carroñero gusano se tratara, nuestros ya castigados tímpanos y retinas.
Uno de los más angustiosos y tétricos titulares con el que a diario nos desayunamos sea quizá el de los lamentables desahucios. Es del todo imposible asimilar, digerir y menos engullir tales vilezas, sin que esto nos produzca lógicas arcadas.
La película que ahora les recomiendo nos invita a meditar acerca de este crudo calvario, por el que desgraciadamente muchas personas siguen padeciendo a diario sin que por el momento nadie ponga remedio alguno.
"Casa de arena y niebla" podría ser un reflejo bastante fiel de una sociedad americana que dista poco o nada de la nuestra, donde los valores humanos son los que dicta una administración y unas leyes al servicio de la especulación y la avaricia desmedida, donde la persona no es otra cosa que un simple ornamento en un gigantesco "monopoly" en el que siempre los acaudalados acaban por aplastar a la gente que intenta sobrevivir en este maremagnum de cuentas bancarias en Suiza y ridículos subsidios de desempleo.
La historia comienza con el desahucio de Kathy (Jennifer Connelly), por un error administrativo. La casa se pone a la venta a un precio irrisorio, de lo cual se aprovecha el coronel iraní Behrani (Ben Kingsley), que pone en marcha una maquinaria especulativa que dará de bruces con el amor propio y la dignidad de Kathy. Un drama en toda regla, donde el director Vadim Perelman debuta magistralmente, con un guión sólido cargado de sentimientos, códigos de honor, ambición, sueños rotos y estigmas religiosos. Acompañado de la envolvente música de James Horner, hecha a medida para la miscelánea emocional que en ella se produce. Una brillante Jennifer Connelly, sobria, sencilla, tan inmersa en su personaje que doy por sentado que le costaría no poco desasirse de él. Una sorprendente Shohreh Aghdashloo, esposa indolente de Behrani. Y el genial y demoledor Ben Kinsgley, nominado al Óscar, capaz de disociarse en un solo rostro para alimentar a un personaje tan mezquino como honorable.
No se pierdan ni un fotograma de este lacrimógeno film, y prepárense para un final a la altura del mejor de los dramas. Pinchando arriba podrán leer una pequeña biografía de Ben Kinsgley. Disfruten.
Charlie 72
Uno de los más angustiosos y tétricos titulares con el que a diario nos desayunamos sea quizá el de los lamentables desahucios. Es del todo imposible asimilar, digerir y menos engullir tales vilezas, sin que esto nos produzca lógicas arcadas.
La película que ahora les recomiendo nos invita a meditar acerca de este crudo calvario, por el que desgraciadamente muchas personas siguen padeciendo a diario sin que por el momento nadie ponga remedio alguno.
"Casa de arena y niebla" podría ser un reflejo bastante fiel de una sociedad americana que dista poco o nada de la nuestra, donde los valores humanos son los que dicta una administración y unas leyes al servicio de la especulación y la avaricia desmedida, donde la persona no es otra cosa que un simple ornamento en un gigantesco "monopoly" en el que siempre los acaudalados acaban por aplastar a la gente que intenta sobrevivir en este maremagnum de cuentas bancarias en Suiza y ridículos subsidios de desempleo.
La historia comienza con el desahucio de Kathy (Jennifer Connelly), por un error administrativo. La casa se pone a la venta a un precio irrisorio, de lo cual se aprovecha el coronel iraní Behrani (Ben Kingsley), que pone en marcha una maquinaria especulativa que dará de bruces con el amor propio y la dignidad de Kathy. Un drama en toda regla, donde el director Vadim Perelman debuta magistralmente, con un guión sólido cargado de sentimientos, códigos de honor, ambición, sueños rotos y estigmas religiosos. Acompañado de la envolvente música de James Horner, hecha a medida para la miscelánea emocional que en ella se produce. Una brillante Jennifer Connelly, sobria, sencilla, tan inmersa en su personaje que doy por sentado que le costaría no poco desasirse de él. Una sorprendente Shohreh Aghdashloo, esposa indolente de Behrani. Y el genial y demoledor Ben Kinsgley, nominado al Óscar, capaz de disociarse en un solo rostro para alimentar a un personaje tan mezquino como honorable.
No se pierdan ni un fotograma de este lacrimógeno film, y prepárense para un final a la altura del mejor de los dramas. Pinchando arriba podrán leer una pequeña biografía de Ben Kinsgley. Disfruten.
Charlie 72