En el diario que Ana Frank con tanto esmero escribe a modo de carta a su querida Kitty. Muchas son las escenas que, como en un moderno Gran Hermano, van sucediéndose en el transcurso de los angustiosos días que este grupo de judíos perseguido por una endemoniada maquinaria nazi, pasa encerrado en el 263 del edificio Prinsengracht.
Todo esto nos llega hasta nuestros tiempos gracias a la mente lúcida, brillante, de una niña de apenas 13 años, una niña que podría haberse convertido en una gran periodista o en una célebre escritora, como ella misma nos confiesa a través de sus relatos, al haber dejado constancia con absoluta maestría de cada trozo de vida que diariamente iban consumiendo en su forzado exilio, aferrados a la macabra idea de que cada día que amanecía podría ser el último. Ana Frank, sin quererlo, nos dejó un legado de vital importancia. Este no es otro que el mensaje siempre enérgico y positivo de afrontar la vida con optimismo y alegría. Una visión del mundo edulcorada por esa perspectiva adolescente que muchos de vez en cuando deberíamos adoptar cuando algún negro nubarrón se cierne sobre nuestras cabezas.
Arriba pueden desgranar el diario secreto de esta encantadora jovencita pinchando en la imagen; abajo disponen de una versión cimematográfica de 1959. Disfruten.
Charlie 72